viernes, 18 de mayo de 2007

Lágrimas de mujer

Emile Pierre Metzmacher (1815-1890)


Daba sustento a un pajarillo un día
Lucinda, y por los hierros del portillo
fuésele de la jaula el pajarillo
al dulce aire do vivir quería.

Con un suspiro, a la ocasión, tardía,
tendió la mano, y no pudiendo asillo
dijo, y de sus mejillas, amarillo
tornó el clavel que entre su nieve ardía:

“¿Adónde vas por escapar el nido
al peligro de ligas y de balas
y al dueño huyes que tu pico adora?”

Oyóla el pajarillo enternecido
y a la antigua prisión volvió sus alas.
¡Qué tanto puede una mujer que llora!.

Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635)



jueves, 17 de mayo de 2007

Vida-garfio

Luis Muntane Muns (1899-1989)


Amante: no me lleves, si muero, al camposanto.
A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
alboroto divino de alguna pajarera
o junto a la encantada charla de alguna fuente.

A flor de tierra, amante. Casi sobre la tierra,
donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
alargados en tallos, suban a ver de nuevo
la lámpara salvaje de los ocasos rojos.

A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
más breve. Yo presiento
la lucha de mi carne por volver hacia arriba,
por sentir en sus átomos la frescura del viento.

Yo se que acaso nunca allá abajo mis manos
podrán estarse quietas.
Que siempre como topos arañarán la tierra
en medio de las sombras estrujadas y prietas.

Arrójame semillas. Yo quiero que se enraicen
en la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raíces vivas
yo subiré a mirarte en los lirios morados!.

Juana de Ibarbourou (1892-1979)

miércoles, 16 de mayo de 2007

La ronda de las hojas

Cesar G. Pola (1921-1989)


Meciéndose suavemente
las hojas cayendo van…
se detienen un instante
y siguen cayendo más.

ssss…ssss…ssss…
Dice el viento entre las ramas
ssss…ssss…ssss…
¡el otoño vino ya!.

Las hojas hacen la ronda
y se ponen a jugar.

Filomena Codorniú

martes, 1 de mayo de 2007

El dulce milagro

Auguste Toulmouche (1829-1890)


¿Qué es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.
Mi amante besóme las manos y en ellas
¡Oh, gracia!, brotaron rosas como estrellas.

Y voy por la senda voceando el encanto
y de dicha alterno sonrisas con llanto
y bajo el milagro de mi encantamiento
se aroman de rosas las alas del viento.

Y murmura al verme la gente que pasa:
-¿No veis que está loca? tornadla a su casa.
¡Dice que en las manos le han nacido rosas
y las va agitando como mariposas!.

¡Ah, pobre la gente que nunca comprende
un milagro de éstos y que sólo entiende
que no nacen rosas más que en los rosales
y que no hay más trigo que el de los trigales!.

Que requiere líneas y color y forma
y que sólo admite realidad por norma.
Que cuando uno dice: “Voy con la dulzura”,
de inmediato buscan a la criatura.

Que me digan loca, que en celda me encierren,
que con siete llaves la puerta me cierren,
que junto a la puerta pongan un lebrel,
carcelero rudo, carcelero fiel.

Cantaré lo mismo: -Mis manos florecen,
rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.
¡Y toda mi celda tendrá la fragancia
de un inmenso ramo de rosas de Francia!.

Juana de Ibarbourou (1892-1979)