viernes, 27 de julio de 2007

Tanka I

Hernan Herzog (1832-1932)

Brilla la luna,
vuelan alto las aves,
la oscuridad ya crece.
Shhh, atiende, escucha;
oirás el silencio.

Noa

sábado, 21 de julio de 2007

Cantares

Julio Romero de Torres (1874-1930)


Vino, sentimiento, guitarra y poesía
hacen los cantares de la patria mía…
Cantares…
Quien dice cantares, dice Andalucía.

A la sombra fresca de la vieja parra,
un mozo moreno rasguea la guitarra…
Cantares…
Algo que acaricia y algo que desgarra.

La prima que canta y el bordón que llora…
y el tiempo callado se va hora tras hora.
Cantares…
Son dejos fatales de la raza mora.

No importa la vida, que ya está perdida.
Y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?
Cantares…
Cantando la pena, la pena se olvida.

Madre, pena, suerte, pena, madre, muerte,
ojos negros, negros, y negra suerte…
Cantares…
En ellos, el alma del alma se vierte.

Cantares, cantares de la patria mía…
Cantares son sólo los de Andalucía.
Cantares…
No tiene más notas la guitarra mía.


Manuel Machado (1874-1947)


viernes, 13 de julio de 2007

A ejemplo de los árboles desnudos.....

John Atkinson Grimshaw (1836-1893)

No es el otoño, no, quien a los árboles
arrebata sus hojas, que son ellos,
son los árboles mismos quienes ceden
sus hojas a los vientos….

Los árboles desdeñan
la estéril pompa del follaje muerto,
y, con viril austeridad, aguardan
desnudos los rigores del invierno.
¡Saben que sólo así la primavera
los vestirá de nuevo!

Alma mía: estos árboles desnudos
sean para ti ejemplo.
Renuncia, como ellos, a lo vano;
despójate, como ellos, de lo viejo.
Si en ti muere una idea, para siempre
arráncala de ti y échala al viento.

¡Porque son los cadáveres de ideas
la estéril pompa del follaje muerto!
No finjas pensamientos que no pienses,
no sientas con fingidos sentimientos.
Antes que así, desnuda,
resiste los rigores del invierno.

¡Que al cabo tornará la primavera
y a ti también te vestirá de nuevo!.


Enrique Ruiz de la Serna (1887-1956)


domingo, 8 de julio de 2007

¡Semper!

Frederic Edwin Church (1826-1900)

Arrojada en los escarpes
de la costa en que halló abrigo,
inválida del naufragio,
veterana del peligro,
la vieja barca se pudre
sobre los ásperos guijos
crujiendo al viento que azota
sus tablones carcomidos.
Al ascender la marea,
el mar, su señor antiguo,
en los brazos de sus olas
la levanta convulsivo,
y entre impetuosas caricias
la habla, rugiendo y magnífico,
de combates y aventuras,
de escollos y torbellinos.
Declina el sol; de la tarde
se aspira el ósculo tibio;
sus penetrantes aromas
confunden brea y marisco;
delante está lo insondable;
más allá está lo infinito,
más allá… más allá el mundo
poblado por el delirio.
… … … … … … … … … …
Columpiada en la rompiente,
sin velas, jarcias ni rizos,
aún siente la vieja barca
la tentación del abismo.


Emilio Ferrari (1850-1907)


domingo, 1 de julio de 2007

A una dama

Albert Lynch (1851-1912)

Tu gracia, tu encanto, tu hermosura,
muestra todo del cielo, retirada,
como cosa que está sobre natura,
ni pudiera ser vista ni pintada.

Pero yo, que en el alma tu figura
tengo, en humana forma abreviada,
tal hice retratarte de pintura
que el amor te dejó en ella estampada.

No por ambición vana o por memoria,
o ya para manifestar mis males;
mas por verte más veces que te veo.

Y por solo gozar de tanta gloria,
señora, con los ojos corporales,
como con los del alma y del deseo.


Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575)