martes, 28 de agosto de 2007

No pronuncies mi nombre

Pierre Auguste Renoir (1841-1919)


No me llenes de besos
Con labios deshojados,
No me mires a los ojos
Con mirada perdida,
No me busques
Si hallarme no quieres,
No pronuncies mi nombre
Si otro rostro lo viste,
No pretendas amar
Si el latido no existe.

Darilea

miércoles, 22 de agosto de 2007

Coplas del vino

Gerrit van Honthorst (1592-1656)

Nervioso, pero sin duelo
a toda concurrencia
por la mala voz suplico
perdón y condescendencia.

Con mi cara de ataúd
y mis mariposas viejas
yo también me hago presente
en esta solemne fiesta.

¿Hay algo, pregunto yo
más noble que una botella
de vino bien conservado
entre dos almas gemelas?

El vino tiene un poder
que admira y que desconcierta
transmuta la nieve en fuego
y al fuego lo vuelve piedra.

El vino es todo, es el mar
las botas de siete leguas
la alfombra mágica, el sol
el loro de siete lenguas.

Algunos toman por sed
otros por olvidar deudas
y yo por ver lagartijas
y sapos en las estrellas.

El hombre que no se bebe
su copa sanguinolenta
no puede ser, creo yo
cristiano de buena cepa.

El vino puede tomarse
en lata, cristal o greda
pero es mejor en copihue
en fucsia o en azucena.

El pobre toma su trago
para compensar las deudas
que no se pueden pagar
con lágrimas ni con huelgas.

Si me dieran a elegir
entre diamantes y perlas
yo elegiría un racimo
de uvas blancas y negras.

El ciego con una copa
ve chispas y ve centellas
y el cojo de nacimiento
se pone a bailar la cueca.

El vino cuando se bebe
con inspiración sincera
sólo puede compararse
al beso de una doncella.

Por todo lo cual levanto
mi copa al sol de la noche
y bebo el vino sagrado
que hermana los corazones.


Nicanor Parra (1914- )


miércoles, 15 de agosto de 2007

El libro de Zaynab. Madinat al-Muluk. XII

Rudolf Ernst (1854-1932)

Hoy he ido al hamman por encontrarte,
lo hago por ti, mi amor,
que me disgusta entrar,
mentir que he estado enferma,
pensando que las aguas que nos limpien
tal vez sean las mismas.

Abandono mis ropas y me cubro
con una blanca sábana
y, paciente, espero en la sala fría;
después penetro en al-bayt al-sajún
donde el vapor huele a un agrio sudor
y a partes escondidas.

Me adormilo transpirando
el pesar de no encontrarte nunca.

Con tafl, la masajista
se entretiene en mi pelo
y con nura mis piernas quedan suaves
como el pecho de un niño.

Oigo que otras mujeres
se descubren su amor o su desdén,
manchan su corazón con impudicias.

Y me entrego callada
a las ligeras manos de la joven,
despertando, al pronto, de mi sopor
si sumerjo mi cuerpo
en la pila de mármol;
sus aguas transparentes
susurran como el pozo de un oasis,
limpian mi miedo, me hacen olvidar
el ingrato diálogo.

Son sus roces tus dedos
cuando llegas desde la calle oscura,
pues salgo de los baños perfumada
y colmada de besos invisibles.

Ay, que el Señor perdone
mi pequeña mentira.


Ogigia

miércoles, 8 de agosto de 2007

En sueños, tu risa

Lord Frederick Leighton (1830-1896)



Entre los laberintos del sueño
escucho tu risa clarificada.
Musicalidad de amor tejida que
la brisa por mis caminos entona.

En mi semblante, aún en sueño sumergido,
un pincel carmesí tatúa una sonrisa que
por la comisura de la boca se derrama
enredándose con la tuya.

Labios en ardores perfilados
exigiendo y aportando querencias.
Deseo suspendido entre sábanas y piel;
pasión escalando del vientre a la mirada.

Cuerpos ungidos de gozos.
Almas de promesas colmadas.
Húmedo el despertar, entre brumas de plomo;
las manos repletas de nada.


Trini Reina

jueves, 2 de agosto de 2007

Serranilla

Julien Dupré (1851-1910)


Moça tan fermosa
non vi en la frontera,
como una vaquera
de la Finojosa.

Façiendo la vía
del Calatraveño
a Sancta María,
vençido del sueño
por tierra fragosa
perdí la carrera
do vi la vaquera
de la Finojosa

En un verde prado
de rosas e flores,
guardando ganado
con otros pastores,
la vi tan graçiosa,
que apenas creyera
que fuese vaquera
de la Finojosa.

Non creo las rosas
de la primavera
sean tan fermosas
nin de tal manera,
fablando sin glosa,
si antes sopiera
d’aquella vaquera
de la Finojosa.

Non tanto mirara
su mucha beldat,
porque me dexara
en mi libertat.
Mas dixe “Donosa
(por saber quien era)
¿dónde es la vaquera
de la Finojosa?...”

Bien como riendo,
dixo: “Bien vengades;
que ya bien entiendo
lo que demandades:
non es desseosa
de amor, nin lo espera,
aquessa vaquera
de la Finojosa.”

Iñigo López de Mendoza
Marqués de Santillana (1398-1458)