domingo, 30 de mayo de 2010

Caminos

José del Riego (1960- )


Yo soñé un día caminos,
caminos de libertad.
Soñé caminos muy largos
donde poder caminar.
Recorrí algunos caminos
y encontré la soledad,
más no cejé en el empeño
y cogí otros para andar.
Recorrí dichos caminos
para empezar a buscar,
más no hallé lo que buscaba,
que era mi felicidad.
Fue al final de otro camino
que una voz me dijo sin más:
“No existen ya más caminos
para quien no quiere andar”.
Yo soñé un día caminos,
buscando algo más allá
y me encontré a mi mismo
camino de la verdad.

Patricio Nájera (1953- )

domingo, 23 de mayo de 2010

Estas cuatro paredes

Wilhelm Hammershoi (1864-1916)

Estas cuatro paredes
me envuelven blandamente, como un lienzo
tejido con espumas,
en las noches de cálidos recuerdos.
Por sus poros inertes
de ladrillo y cemento,
penetran las pupilas de la luna.
Y me miran, rozándome,
sus destellos de luz, nevadas plumas.

Por la espiral de plata de un anhelo,
intangibles imágenes descienden
y trenzan con mis sueños largas danzas.

Esas cuatro paredes me conocen,
más, mejor que yo misma.
Saturadas están de pensamientos,
de risas y de lágrimas.
Como la madreselva, perfumadas
intensamente, con mi propio aliento.
Empapadas del eco de mi voz
como una tierra fértil,
después de haber gustado largamente
húmedos pedacitos de las nubes.
Alimentadas con el pan constante
de mi presencia, alma,
y mi presencia, cuerpo,
palpitan en su carne muda y fría,
horas largas y azules de mis noches
pedazos de mis días.


Cristina Lacasa (1929- )

domingo, 16 de mayo de 2010

Su mirada

Teo Basterra (1961- )

Los ojos de aquella mujer
eran aleteos de manzanos
en la línea incompleta
de mi habitación.
Eran lluvia errante o un rayo de luz,
dos flores de lágrimas profundas,
un cielo herido,
islas a la deriva,
pupilas frágiles llenas
de palabras inolvidables.

¡Cuánta desnudez muestran sus ojos!
En el silencio.
Silencio que seduce y absorbe,
que no ignora los versos secretos
escritos con lápices romos,
con tinta de roja espuma eterna.

Y su sonrisa redondea la luz de la tarde.

Quisiera estar siempre
mirando los mismos ojos,
la misma luz dispersa,
inalcanzable y tenue.

Mi amor es demasiado
grande para esconderlo
en el corazón de un pájaro.

Mi amor es demasiado
pequeño para sus manos.

¿De dónde ha venido esta mujer
que da cobijo a todos los nombres?

Sólo la voz de su mirada
conoce los ecos de mi locura.

¡No la he amado bastante!


Teo Basterra (1961- )

domingo, 9 de mayo de 2010

Canción al niño pobre

Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682)


¡Ay, mi dolor pordiosero
tu voz y tu figura
me tienen robado el sueño!

Quiero cantar mi nana
al niño pobre y hambriento
que busca entre basuras
migajas de pan reseco.
Cantar quiero y canto
con los pulmones abiertos
para que entre despacio
aire puro y bien fresco.
Cantar quiero y canto
con las fuerzas que hoy puedo
a vosotros que tenéis
el corazón casi yerto.

¡Ay, mi dolor pordiosero!

Duérmete, mi triste niño,
con luz de tibios luceros
que los oídos del rico
están llenos de cemento.
Mientras tú padeces hambre
y tu destino es incierto
ellos tienen cada día
sus bolsillos más repletos.
¡Y dicen que hay equidad
y un buen dios justiciero!
pues que se deje de alturas
y baje a ras de suelo
y consuele para siempre
a mi niño pordiosero.

Quiero cantar muy fuerte
con las olas y los vientos
con las nubes pasajeras
con las flores de los huertos
con los jazmines nevados
con los rayos y los truenos
con las violetas del monte
a mi niño pordiosero,
aquel que tiene vacío
su corazón y su cuerpo.
Su corazón de amor
y su cuerpo de pan tierno.

¡Ay, mi dolor pordiosero
tu voz y tu figura
me tienen robado del sueño!


Miguel Correas (1947- )

domingo, 2 de mayo de 2010

El río enamorado

José del Riego (1960- )


De la roca brotó tímidamente,
miró al sol, asomando la cabeza,
poco a poco mostró su gran destreza
resbalando por ella dulcemente.

El agua cristalina, mansamente,
aumentó su caudal y su nobleza,
se convirtió en un río, sin pereza,
que jubiloso fue al mar alegremente.

El mar, que era mujer, le recibió,
mezclándose la sal con la dulzura
que el río como amante le ofreció.

Y abrazados los dos con gran ternura,
a la sal de su amada se entregó
por siempre y para siempre en su ventura…


Sofía Martínez Avellaneda