domingo, 24 de abril de 2011

A un navío destrozado en la ribera del mar


Carlos de Haes (1829-1898)


Este bajel inútil, seco y roto,
tan despreciado ya del agua y viento,
vio con desprecio el vasto movimiento
del proceloso mar, del Euro y Noto.

Soberbio al golfo, humilde a su piloto,
y del rico metal siempre sediento,
trajo sus minas al ibero asiento,
habidas en el índico remoto.

Ausente yace de la selva cara,
do el verde ornato conservar pudiera,
mejor que pudo cargas de tesoro.

Así quien sigue la codicia avara,
tal vez mezquino muere en extranjera
provincia, falto de consuelo y oro.

Juan de Jáuregui (1583-1641)

domingo, 17 de abril de 2011

Por nosotros


Diego Velázquez (1599-1660)


Ajena e indiferente
a sus virtudes divinas,
una corona de espinas
sigue clavada en su frente.

Lanzadas de odio latente,
ignorantes y cretinas,
oficiando de asesinas
vierten su sangre inocente.

Y nosotros contemplamos
cada día como muere
mientras seguimos pecando.

De esa manera olvidamos
que Jesús siempre nos quiere
aunque lo estemos matando.


domingo, 10 de abril de 2011

A un niño serio


Donald Zolan


¿Qué zozobras absurdas, qué ansiedades
te arrancaron del rostro la sonrisa?
¿Qué vaga sombra flota, e improvisa,
en el mar de tus ojos, seriedades?

¿No sonríen en todas las ciudades
ángeles como tú? ¿A qué esa prisa
de hacerte hombre de pronto en la pesquisa
de asuntos importantes? Hay edades

para todo en la vida, y tus deberes
son la risa y el canto y los placeres
menudos del oasis de la infancia.

Ríe, pequeño, salta y alborota,
que tu alegría, al explotar, rebota
en quien te quiere aquí y en la distancia.

domingo, 3 de abril de 2011

Explicaciones


Henri Gervex (1852-1929)


Ya te pedí perdón, ¿qué más deseas…?
¿Que me arrastre, que pene, que suplique…?
¿Que te llore mi error, que magnifique
lo que no llegó a ser aunque lo creas?

¿Qué debería hacer para que veas
que no hay razón real que justifique
no darme la ocasión a que te explique
que nada le entregué que no poseas?

Creíste lo peor, hiciste un mundo
de lo que fue menguar de pena el peso
a una amiga común que estaba triste.

Soy tuyo nada más, y a ella un segundo
de consuelo le di con aquél beso
que aquella tarde aciaga sorprendiste.

Si así no lo entendiste
y ha de vivir mi amor del tuyo preso,
quizás deba olvidar este regreso.