sábado, 13 de diciembre de 2008

NAVIDAD

Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682)


Qué güepu ye, qué preciosu,
qué devinu ye’l Dios nenu...
y naz nunes fríes payes
d’un portalucu mui vieyu.

Son dos soles los güeyinos
y dos roses los papiellos,
son d’oru los sos ricinos
y sos llabios tan bermeyos
qu’envidia dan a les flores
por nun ser nidies como ellos.

Qué güepu ye, qué preciosu
el Dios que se fexo nenu...
al velu temblar de frío
danme ganes de coyelu,
acoricalu en regazu
y da–y nos papinos besos
y cunta–y esos cuentinos
que gustin tanto a los nenos
mientres ciarra los güeyinos
y va quedando durmiendo.

¡Ay! Jesusín de mi vida,
tú que yes Dios de los cielos
sabes que ye de verdá
lo muncho que yo te quiero.

Mª El vira Castañón González (1922-1989)

domingo, 7 de diciembre de 2008

A un ruiseñor

Fragmento de un fresco de la casa Brazalete de oro, Pompeya.


Canta en la noche, canta en la mañana,
ruiseñor, en el bosque tus amores;
canta, que llorará cuando tú llores
el alba perlas en la flor temprana.

Teñido el cielo de amaranto y grana,
la brisa de la tarde entre las flores
suspirará también a los rigores
de tu amor triste y tu esperanza vana.

Y en la noche serena, al puro rayo
de la callada luna, tus cantares
los ecos sonarán del bosque umbrío.

Y vertiendo dulcísimo desmayo,
cual bálsamo suave en mis pesares,
endulzará tu acento el labio mío.


José de Espronceda (1808-1842)


sábado, 29 de noviembre de 2008

Los collares enfermos

Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894)
Fragmento

Enfermedad marina son las perlas;
pólipos de las conchas nacaradas;
por el iris están amortajadas,
y a nadie da misericordia verlas.

Si deliran las frentes por tenerlas
en collares lucientes engarzadas,
no es porque esplendan de salud ornadas,
sino por ser orgullo poseerlas.

Son tísicas románticas de Oriente
que traen los mercaderes a Occidente,
lo mismo que un comercio de doncellas.

Y, cual cuerda de presas bien seguras,
maniata el collar las perlas puras,
por el solo delito de ser bellas.


Salvador Rueda (1857-1933)

domingo, 16 de noviembre de 2008

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?

William Holman Hunt (1827-1910)

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:
“Alma, asómate agora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía”!

¡Y cuántas, hermosura soberana,
“Mañana le abriremos”, respondía,
para lo mismo responder mañana!.


Lope de Vega (1562-1635)


domingo, 9 de noviembre de 2008

A la noche

John Atkinson Grimshaw (1836-1893)

Ven, noche amiga; ven, y con tu manto
mi amor encubre y la esperanza mía;
ven y mi planta entre tus sombras guía
a ver de Clori el peregrino encanto.

Ven, y movida a mi amoroso llanto,
envuelve y lleva en tu tiniebla fría
el malicioso resplandor del día,
testigo y causador de mi quebranto.

Ven esta vez no más; que si piadosa
tiendes el velo a mi pasión propicio,
y el don que pide otorgas a mi ruego,

tan sólo a ti veneraré por diosa,
y para hacerte un grato sacrificio,
mi corazón dará materia al fuego.

Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811)

viernes, 31 de octubre de 2008

El campo de batalla

Elizabeth Thompson (1846-1933)
Fragmento

Hoy voy a describir el campo
de batalla
tal como yo lo vi, una vez decidida
la suerte de los hombres que lucharon
muchos hasta morir,
otros
hasta seguir viviendo todavía.

No hubo elección:
murió quién pudo,
quien no pudo morir continuó andando,
los árboles nevaban lentos frutos,
era verano, invierno, todo un año
o más quizá: era la vida
entera
aquel enorme día de combate.

Por el Oeste el viento traía sangre,
por el Este la tierra era ceniza,
el Norte entero estaba
bloqueado
por alambradas secas y por gritos,
y únicamente el Sur,
tan sólo
el Sur,
se ofrecía ancho y libre a nuestros ojos.

Pero el Sur no existía:
ni agua, ni luz, ni sombra, ni ceniza
llenaban su oquedad, su hondo vacío:
el Sur era un enorme precipicio,
un abismo sin fin de donde,
lentos,
los poderosos buitres ascendían.

Nadie escuchó la voz del capitán
porque tampoco el capitán hablaba.
Nadie enterró a los muertos.
Nadie dijo:
“dale a mi novia esto si la encuentras
un día”.

Tan sólo alguien remató a un caballo
que, con el vientre abierto,
agonizante,
llenaba con su espanto el aire en sombra:
el aire que la noche amenazaba.

Quietos, pegados a la dura
tierra,
cogidos entre el pánico y la nada,
los hombres esperaban el momento
último,
sin oponerse ya,
sin rebeldía.

Algunos se murieron,
como dije,
y los demás, tendidos, derribados,
pegados a la tierra en paz al fin,
esperan
ya no sé qué
-quizá que alguien les diga:
“amigos, podéis iros, el combate...”

Entre tanto,
es verano otra vez,
y crece el trigo
en el que fue ancho campo de batalla.


Ángel González (1825-2008)


sábado, 18 de octubre de 2008

Alegría de las vendimias

Blanca María Vega (1965- )

¡Al alba, moza,
que me voy a vendimiar!
Volveré lleno de sangre,
lo mismo que un capitán.

Ya se rebullen las mulas,
ya gallo y lucero están
disputándose las luces.
Ya se rosa el olivar,
nata y manzana, que anoche
pusieras a refrescar,
huelen a noche y a luna
entre geranio y cristal.
Dame el sombrero pajizo
con su cinta; corta el pan,
enciende el farol y baja
a abrirme, al alba, el portal.
¡Oh, qué hermosura de noche!
Dios nos la deje gozar…
Ya entra la luz en las cuadras.
¡Cómo aletea el corral!
Sueña amapolas el pozo.
¡Al alba y al madrugar!
Mozas en colchas de novia
y cómodas con fanal.
Al alba, que está el racimo
ansioso de derramar
su dulce sangre; ¡a los carros
entre relincho y cantar!
Ya pisan niñas descalzas
la sangría del lagar;
ya por la orilla del río
se oye a los mulos trotar.
Te traeré por la noche
garnacha para cenar.

¡Al alba, moza
que me voy a vendimiar!
Volveré lleno de sangre,
lo mismo que un capitán.


Agustín de Foxá (1906-1959)

sábado, 11 de octubre de 2008

Recogiendo la manzana

Nicanor Piñole (1878-1978)

Cómo añoro, mi amigo, la olorosa manzana
que agarré a mis pomares y al pomar del vecino,
bien rodando del árbol a la paz del camino,
una en oro, otra en verde, otra en rosa, otra en grana.

Bajo el límpido orbayo de la alegre mañana
el pinzón en las hojas deshojaba su trino;
pese a mis pocos años, yo era un rapaz caprino
y me olía los aires a doncella aldeana.

Recogiendo manzanas aún recuerdo a la moza,
la de piernas rollizas, que madruga y retoza
y me huele lo mismo que la fruta temprana.

Crucé el mar. Desde entonces voy de un clima a otro clima
sin poder olvidarla, ni quitarme de encima
este olor a pradera y a mujer y a manzana.


Alfonso Camín (1890-1982)

sábado, 4 de octubre de 2008

A un hombre de gran nariz

Sandro Botticelli (1445-1510)

Érase un hombre a una nariz pegado;
érase una nariz superlativa;
érase una nariz sayón y escriba;
érase un pez espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado;
érase una alquitara pensativa;
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más naridado.

Érase el espolón de una galera;
érase una pirámide de Egito;
las doce tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.


Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645)


sábado, 27 de septiembre de 2008

Napoleón

Jacques Louis David (1748-1825)

Silencio impuso, y le escuchó la Europa;
habló, y su voz fue estruendo de cañones;
marchó, y de sus infantes y bridones
cubrió la tierra innumerable tropa.

Lánzase, nuevo Atila que galopa
sobre cetros y ruinas de naciones,
y es su lecho, en mitad de sus legiones,
la púrpura imperial con que se arropa.

Su madre fue la expiación: su cuna
la mecieron humanas tempestades:
la gloria amó; casó con la fortuna:

No tuvo origen ni dejó heredero…
Vino al mundo a marcarle dos edades…
¡Su nombre pertenece al orbe entero!


Antonio Ros de Olano (1808-1886)


viernes, 12 de septiembre de 2008

Apoyas la mano

George Goodwin Kilburne (1839-1924)

Apoyas la mano
en un árbol. Las hormigas
tropiezan con ella y de detienen,
dan la vuelta, vacilan.
Es dulce tu mano. La corteza
del abedul también es dulce: dulcísimo.

Una agridulce plata otoñal sube
desde su raíz honda hasta ti misma.
Mojada por la luz sucia y filtrada,
peinada fríamente por la brisa,
te estás quedando así: cada momento
más sola, más pura, más concisa.

Ángel González (1925-2008)

sábado, 6 de septiembre de 2008

El gaitero de Gijón

José Fernández Cuevas (1844-1924)

I

Ya se está el baile arreglando.
Y el gaitero, ¿dónde está?
-Está a su madre enterrando,
pero enseguida vendrá.
-Y ¿vendrá? –Pues ¿qué ha de hacer?
Cumpliendo con su deber
vedle con la gaita…; pero
¡cómo traerá el corazón
el gaitero,
el gaitero de Gijón!

II

¡Pobre! Al pensar que en su casa
toda dicha se ha perdido,
un llanto oculto le abrasa,
que es cual plomo derretido.
Mas, como ganan sus manos
el pan para sus hermanos,
en gracia del panadero
toca con resignación
el gaitero,
el gaitero de Gijón.

III

No vio una madre más bella
la nación del sol poniente…;
pero ya una losa de ella
le separa eternamente.
¡Gime y toca! ¡Horror sublime!
Mas, cuando entre dientes gime,
no bala como un cordero,
pues ruge como un león
el gaitero,
el gaitero de Gijón.

IV

La niña más bailadora,
-¡Aprisa! –le dice-, ¡aprisa!
Y el gaitero sopla y llora,
poniendo cara de risa.
Y al mirar que de esta suerte
llora a un tiempo y los divierte,
¡silban, como Zoilo a Homero,
algunos sin compasión,
al gaitero,
al gaitero de Gijón!

V

Dice él triste en su agonía,
entre soplar y soplar:
-¡Madre mía, madre mía!,
¡cómo alivia el suspirar!-
Y es que en sus entrañas zumba
la voz que apagó la tumba;
¡voz que, pese al mundo entero,
siempre la oirá el corazón
del gaitero,
del gaitero de Gijón!

VI

Decid, lectoras, conmigo:
¡Cuánto gaitero hay así!
¿Preguntáis por quién lo digo?
Por vos lo digo, y por mí.
¿No veis que al hacer, lectoras,
doloras y más doloras,
mientras yo de pena muero,
vos la recitáis al son
del gaitero,
del gaitero de Gijón?...


Ramón de Campoamor (1817-1901)


viernes, 29 de agosto de 2008

Canción del pirata

Geoffrey William Hunt (1948- )

Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín:
bajel pirata que llaman
por su bravura el Temido,
en todo el mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Estambul.

“Navega velero mío,
sin temor;
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza,
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis piés”

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

“Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor”

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

“A la voz de “¡Barco viene!”
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que soy yo el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.”

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

“¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río;
no me abandone la suerte
y al mismo que me condena
colgaré de alguna antena,
quizás en su propio navío.

Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo
como un bravo
sacudí.”

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

“Son mi música mejor
aquilones;
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos.
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento
y del viento
al rebramar
yo me duermo
sosegado
arrullado
por el mar.”

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.



José de Espronceda (1808-1842)

sábado, 23 de agosto de 2008

Soledad

Frederic Leighton (1830-1896)

Mi madre debió llamarme
Soledad.

Nombre inmenso como el cielo;
nombre amargo como el mar…
Mi madre debió llamarme
Soledad.

Soledad, porque mi boca
se ha olvidado de besar;
porque las rosas se mustian
sin abrirse en mi rosal,
mi madre debió llamarme
Soledad.

Un ángel negro, a mi vera,
siembra mis huertos de sal.
Jazmín que mi mano toca
no reflorece jamás.
Mi madre debió llamarme
Soledad.

Me llaman con otro nombre
que suena a plata y cristal.
Me llaman, mas no respondo;
pues, en mi lírico afán,
yo sé que debí llamarme
Soledad.

Soledad de noche oscura
que presagia tempestad.
Soledad de campo raso
sin un árbol ni un cantar.
Soledad de lo infinito:
Soledad de cielo y mar…
Soledad como la mía:
¡Soledad!.

Nelly Fonseca Recavarren (1920-1963)

sábado, 16 de agosto de 2008

Las tres hijas del capitán

Charles Courtney Curran (1861-1942)

Era muy viejo el capitán y viudo,
y tres hijas guapísimas tenía;
tres silbatos, a modo de saludo,
les mandaba el vapor, cuando salía.

Desde el balcón, que sobre el muelle daba,
trazaban sus pañuelos mil adioses,
y el viejo capitán disimulaba
su emoción, entre gritos y entre toses.

El capitán murió… Tierra extranjera
cayó sobre su carne aventurera
festín de las voraces sabandijas…

Y yo sentí un amargo desconsuelo
al pensar que ya nunca las tres hijas
nos dirían adiós con el pañuelo.


José del Río Sainz (1886-1950)


sábado, 9 de agosto de 2008

Mais vé…

Emile Vernon (1872-1919)

Mais vé qu’o meu corazon
É unha rosa de cen follas,
Y é cada folla unha pena
Que vive apegada n’outra.

Quitas unha, quitas duas,
Penas que quedan de sobra,
Oxe dez, mañan corenta,
Desfolla que te desfolla…

¡O corazon m’arrincaras
Des qu’as arrincaras todas!


Rosalía de Castro (1837-1885)

sábado, 2 de agosto de 2008

La odalisca

Frederick Arthur Bridgman (1847-1928)

¿De qué sirve mi belleza,
la riqueza,
pompa, honor y majestad,
si en poder de adusto moro
gimo y lloro
por la dulce libertad?

Luenga barba y torvo ceño
tiene el dueño
que con oro me compró;
y al ver la fatal gumía
que ceñía,
de sus besos temblé yo.

¡Oh, bien hayan los cristianos,
más humanos,
que veneran una cruz,
y dan a sus nazarenas
por cadenas,
aura libres, clara luz!

Dime, mar, que me aseguras
brisas puras,
perlas y coral también
si hay linfa en su extensión larga
más amarga
que mi lloro en el harén.

¿De qué sirve mi belleza,
la riqueza,
pompa, honor y majestad,
si en poder de adusto moro
gimo y lloro
mi perdida libertad?.


Juan Arolas (1805-1849)

sábado, 19 de julio de 2008

La guitarra

Judea Heredia Heredia (1975- )


Empieza el llanto
de la guitarra.
Se rompen las copas
de la madrugada.
Empieza el llanto
de la guitarra.
Es inútil callarla.
Es imposible
callarla.
Llora monótona
como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada.
Es imposible
callarla.
Llora por cosas
lejanas.
Arena del Sur caliente
que pide camelias blancas.
Llora flecha sin blanco,
la tarde sin mañana,
y el primer pájaro muerto
sobre la rama.
¡Oh, guitarra!
Corazón malherido
por cinco espadas.

Federico García Lorca (1898-1936)

sábado, 12 de julio de 2008

Amor en otoño

Eugenio Zampighi (1859-1944)

Oye el rumor del alma que se queja…
…No olvides que, si estamos en otoño,
no debemos tronchar ese retoño
que tierno brota de la rama vieja.

Porque el divino amor, cuando se aleja,
nos deja en las horas del antaño
el dulce néctar del sabor extraño
y un cambiante color en la guedeja.

Y es que el amor, que siempre ha sido huraño,
nos ofrenda la flor del desengaño
entre nardos y flores dolorosas…

Después…, cuando de cerca lo palpamos,
¡es porque ha destrozado nuestras manos
con heridas profundas, dolorosas…!.


Carlos E. Gil

sábado, 5 de julio de 2008

Segador

Jules Bastien Lepage (1848-1884)

El segador, con pausas de música,
segaba la tarde.
Su hoz era tan fina,
que siega las dulces espigas y siega la tarde.

Segador que en dorados niveles camina
con su ruido afilado,
derrotando las duras alturas de oro
echa abajo también el ocaso.

Segaba las claras espigas.
Su pausa era música.
Su sombra alargaba la tarde.
En los ojos traía un lucero
que a veces brincaba por todo el paisaje.

La hoz afilada tan fina
segaba lo mismo
la espiga que el último sol de la tarde.


Carlos Pellicer (1899-1977)

sábado, 28 de junio de 2008

“Canela”

Escuela francesa, desconozco autor.


La “Canela” es una amiga
perra que hallé por la calle,
sola en la noche del Valle
lo mismo que una mendiga.
Sus cariños me prodiga,
no sabe en mi honor qué hacer
y ahora llego a comprender
que son más agradecidos
¡hasta los perros perdidos
que el hombre y que la mujer!.


Alfonso Camín (1890-1982)

sábado, 21 de junio de 2008

Al oído

Frederic Soulacroix (1858-1933)


¡Cuéntame la historia que amargó tu vida,
cuéntame que embate del dolor sufriste,
que tu faz ha vuelto mustia y dolorida
y hace a tu mirada tan baga y tan triste!

Quiero que abandones tus exangües manos
en mis manos, ávidas de consolaciones,
y abramos las puertas de nuestros arcanos
para oír qué dicen nuestros corazones.

Las horas pasemos rimando esas hondas
semioscuridades de nuestros destinos,
mientras besa el viento tus guedejas blondas
y copien mis ojos tus ojos divinos.

Y al morir la tarde, cuando las pavesas
de la roja hoguera del sol contemplemos,
tal vez se confundan nuestras dos tristezas…
¡Quizás nos amemos…, quizás nos amemos…!


Ernesto Noboa Caamaño ( 1891-1927)


sábado, 14 de junio de 2008

¡Probe pollín!


Pasara toa la vida
nel fatigosu trabayu
d’andar corriendo caleyes,
tirando siempre del carru.
Pero, pa entós, yera vieyu,
taba tou él fechu un trapo,
sin fuelle pa rebuznar
nin fuerces pa dar un saltu.

Por non tener non tenía
nin tan siquiera remangu
pa llevantar les oreyes,
diendo con elles colgando.

Tamién podiera dicise,
de querer siguir cuntando,
que ya non yera capaz,
aunque quixera intentalo,
d’espantar a los moscones
que lo picaben cual diaños,
pola funesta razón
de non tener juerza en rabu.

Yera vieyu, queda dicho,
y polo mesmo y lo tanto,
cargaba enriba del llombu
lo que ye propiu del casu,
les llaceries qu’acompañen
al discurrir de los años.

Pa disgracia del pollín
esto non lo entendía l’amu,
que dispués de saca-y l’untu
non tuvo en cuenta´l trabayu
que-y prestase mientres yera
capaz a tirar del carru,
tratándolo de tal modo
que mialma yera un escarniu.

Un golpe tras d’otru golpe,
un palu tras d’otru palu,
pretendiendo de que’l burru,
que ya la taba palmando,
siguiera, como de mozu,
peles caleyes trotiando,
carretándo-y el maizu
y los troncos de ñarbasu.

Non siendo asina la cosa,
fartucu de machacalu
sin sacar partíu de él,
¡d’au diaños diba sacalu!
sin tener misericordia
matólu d’un estacazu.

Cuantos burros hai como ésti,
toi refiriéndome al amu,
que dispués d’aprovechase
del pollín cuando ta sanu,
mátenlu de cualquier modo
cuando non puede col carru.


Bernardo Guardado (1913-1982)


Nota: Si quereis conocer más sobre este poeta y su obra, podéis visitar la página que su hija Cani le tiene dedicada.

sábado, 7 de junio de 2008

Y bajo el río, ¿qué?

Frederick D. Ogden (1892-1948)

Y junto al río un árbol
y por el río un pez,
y sobre el río el cielo
y bajo el río, ¿qué?.

El zapato de un pobre,
la impaciencia del frío,
o quizás el esqueleto
de algún cariño mío.

Y río arriba el monte
y río abajo el pez;
a todo río el agua
y a medio río, ¿quién?.

Alguien que a medio río
se quisiera quedar.
Pero un río es un río.
Me está esperando el mar.

Manuel Benítez Carrasco (1922-1999)


domingo, 1 de junio de 2008

La desahuciada

Christian Krohg (1852-1925)


-Tus manos son dos lirios – le decía
cuando endulzar queriendo su amargura
de víctima incurable, le oprimía
sus luengas manos de marmórea albura.

-Tus ojos son violetas – le decía
cuando extinguir queriendo sus enojos
de niña enferma, en el azul del día
de sus ojos bañándose mis ojos.

-Es un clavel tu boca – le decía
cuando al verla tan triste, me bebía
de sus labios de púrpura la miel.

Una mañana la llevé a la fosa…
Y han nacido en la tierra en que reposa
dos lirios, dos violetas y un clavel.


Julio Flórez (1867-1923)


domingo, 25 de mayo de 2008

Tapada con una sombrilla

Claude-Oscar Monet (1840-1926)



Si la niña está a la sombra…
Si la sombra la rodea,
puede ser que se la vea
con unas flores de alfombra.
Tan rubia como es, asombra
distinguirla por ahí.
¿Dónde está la niña, di,
por qué mi asombro la ciña?...
Como es tan rubia la niña,
se fue al sol, y la perdí

Pero si tiene en su mano…
pero si tiene, y abierta,
esa sombrilla en alerta
para esquivar el verano…
Si en ese muro tan vano
la luz se queda indecisa…
Mirad, pájaros, que risa:
como si fuera un farol,
le está haciendo un truco al sol
el pañuelo de la brisa.

Y al ser mujer la chiquilla…
Al ser mujer, ay qué pena,
¿se habrá perdido la nena
con pelo de manzanilla?...
Esa cosa tan sencilla
se hará tan vuelta al revés
y difícil, que después
ya no sabrás entenderla.
Sólo podrás conocerla,
si, puesta al sol, no la ves.


Ángel C. Bello


jueves, 3 de abril de 2008

Máquina de coser

Mª Pilar Gutierrez Beired


Siempre me ha gustado dormirme
oyendo llover.
Por eso tu rumor es mi recuerdo,
¡oh máquina de coser!

Formaste con la bulla de la pava
y el picotazo de las tijeras,
el tríptico de nanas
de mis horas primeras.

Durante muchos años,
apenas recogido,
lloviste a chaparrones
tu lluvia en mis oídos.

Lluvia que a la mañana aparecía
florecida de vestidos.


José Pedroni (1899-1968)


jueves, 27 de marzo de 2008

El mar

Robles Muñoz


Te admiro, ¡oh mar!, si la movible arena
besas rendida al pie de tu muralla,
o si bramas furioso cuando estalla
la ronca tempestad que al mundo atruena.

¡Cuán majestuosa y grande si serena!
¡Cuán terrible si agitas en batalla,
pugnando por romper la eterna valla,
con cólera de esclavo tu cadena!.

Tienes, mar, como el cielo, tempestades;
de mundos escondidos, prodigiosa
suma infinita que tu mole oprime.

Y son tu abismo y vastas soledades,
como imagen de Dios, la más grandiosa;
como hechura de Dios, la más sublime
.


Rafael María Baralt (1810-1860)

domingo, 16 de marzo de 2008

Pastor, que con tus silbos amorosos….

Del Parson (1948- )



Pastor, que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño;
tú, que hiciste cayado dese leño
en que tiendes los brazos poderosos:

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguir empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, Pastor, que por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres;

espera, pues, y escucha mis cuidados.
Pero, ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?.

Lope de Vega (1562-1635)



lunes, 10 de marzo de 2008

El colibrí

Edward Aldrich (1965- )



Sobre la flor de los naranjos crece,
Y en ronda queda o revolando aprisa,
en el dorado estambre se divisa
el colibrí, que tiembla y resplandece.

Con zumbo suave en derredor se mece
simulando el suspiro de la brisa;
en la llama del cámbulo se irisa
y en la verdura del nopal florece.

El sol, la miel, el voluptuoso anhelo
prestan vigor a sus volubles alas;
es un tributo de la tierra al cielo.

Tal el poeta en su girar de abeja:
en frágil haz de refulgentes galas
toda la luz de la creación refleja.


Víctor M. Londoño (1870-1936)

domingo, 2 de marzo de 2008

¡Bendita seas, madre mía!

Frank Bernard Dicksee (1853-1928)



¡Bendita seas, madre mía!
que con dolor y santo amor
diste luz a mis días
y coronaste de arrullos
mis sueños en flor.

¡Bendita tú, que cual ninguna
con desvelo incomparable me cuidaste;
benditos tus brazos de cuna
que convertiste en cruz y me salvaste!.

Bendita, madre, tu voz y tu mirada,
tus celos de tigresa sorprendida;
bendita sea tu cabeza cana;
bendita, madre, cada hora de tu vida.

Bendito sea el minuto y el día
cuando mis labios dijeron tu nombre idolatrado.
Bendita sea esta santa alegría
de acostar en tu pecho mi pecho fatigado.

Bendito sea, madre, de tu corazón cada latido,
cada fibra de tu cuerpo, cada hueso…
Benditas las madres que, como tú, han nacido.
¡Benditas sean las madres de todo el universo!.


Flora Dermis

domingo, 24 de febrero de 2008

A la noche

Darío de Regoyos (1857-1913)



Noche, fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista
los montes llanos y los mares secos;

habitadora de celebros huecos,
mecánica, filósofa, alquimista,
encubridora vil, lince sin vista,
espantadiza de tus mismos ecos:

la sombra, el miedo, el mal que se atribuya,
solícita, poeta, enferma, fría,
manos del bravo y pies del fugitivo.

Que vele o duerma, media vida es tuya:
si velo, te lo pago con el día,
y si duermo, no siento lo que vivo.


Félix Lope de Vega (1562-1635)



martes, 12 de febrero de 2008

Hoy encuentro, temblando y ya vacía....



Jean Daniel Bouvard (1957- )



Hoy encuentro, temblando ya y vacía,
la casa que los dos desperdiciamos
y el vago sueño del que despertamos
sin habernos dormido todavía.

Acordarse del agua en la sequía
no hace brotar ni florecer los ramos.
¿Dónde estás, dónde estoy, y dónde estamos?
¿Qué fue del mundo cuando amanecía?

Hoy me pasa el amor de parte a parte.
Temo encontrarte y no reconocerte.
Temo extender la mano y no tocarte.

Temo girar los ojos y no verte.
Temo gritar tu nombre y no nombrarte...
Temo estar caminando por la muerte.


Antonio Gala (1936- )

martes, 5 de febrero de 2008

Belleza negra

Marian López



De la luz que en tu espíritu fulgura
la noche de tu piel tiene las huellas,
y se abren de esa noche en la negrura
tus grandes ojos como dos estrellas.

Corza herida, la gracia en que descuellas
derrama efluvios de indecible albura,
y con todo el pudor de sus querellas
se escurre de tu sombra en la espesura.

Quemó tu sol interno en un derroche
de luz tu piel, y si alguien te importuna,
cuando afligida sueltas, como una

virgen rehén, de tu mirada el broche,
una vertiente pálida de luna
baña la negra seda de tu noche.


Jacinto Añez (1856-1916)

martes, 29 de enero de 2008

Haiku I

Rene Charles Edmond His (1877-1960)


Sueños viajeros,
una barquita duerme
entre la fronda.

Almena

martes, 22 de enero de 2008

Madrigal

Isabel Navarro Verdú


¿Por qué en la mañana incierta,
velada en su manto de rico tisú,
por qué, dime, hermosa, no se abre tu puerta?
¿Por qué cuando el alba las flores despierta
durmiendo estás tú?.

Llamando a tu puerta diciendo está el día:
“Yo soy la alegría que ahuyenta el dolor.”
El ave te dice: “Yo soy la armonía.”
Y yo, suspirando, te digo:”Alma mía!...
¡Yo soy el amor!.

Víctor Hugo (1802-1885)


martes, 15 de enero de 2008

Mi perro

John Weiss


Allí sollocé sobre el mundo
y sobre la tierra cayó un vacío velador,
de ausencia, de lágrima derribada.

Mi perro murió en medio de la vida,
como una larga espada tendida,
nube cargada de recuerdos luminosos.

Y le vi llorar en el último momento.

Una gota de agua pura de sus ojos
reflejó una infinita pesadumbre,
oscura, cerrada, silenciosa.

Mi grito resonó perdido en el vacío,
desolador, hueco, de mi carne,
y besé sólo su recuerdo desesperado,
su lívida luz que me acogía.

Todavía quiero,
con mi mano tendida,
sentir tu calor y tu risa universal,
mirar esos inmensos ojos negros,
purísimos y nobles,
donde la soledad no existe
y la tristeza es compañía.

Mi perro guardaba palabras
en el corazón – aún sin edad para
pronunciarlas - ,
y las nombraba una a una
en música cargada de esperanza,
de promesas, ondas puras
en un vaivén de mar,
y también de pena convulsa,
desolada, preñada de sombras,
cuando sentía un abandono.

Era un perro, solo un perro era,
me dicían…

Y bajó el misterio oscuro
de la muerte en su mirada.

Allí sollocé sobre el mundo
y sobre la tierra cayó un gran silencio.


Teo Basterra (1961 - )

martes, 8 de enero de 2008

La flauta del pastor

Mariano Fortuny Marsal (1838-1874)


¡Una flauta en la montaña!...
Es la flauta del pastor…
La luna los campos baña…
¡Vuelve el antiguo dolor!

Esa música que viene
un recuerdo a despertar,
¡cuán honda tristeza tiene!
¡cómo hace a solas llorar!

Cogiendo en el huerto flores
una mañana la vi.
La misma canción de amores,
cogiendo flores, le oí.

Tocando, en la noche en calma,
su flauta sigue el pastor.
Llora el recuerdo en el alma…
¡Volvió el antiguo dolor!.

Ismael Enrique Arciniegas (1865-1938)


martes, 1 de enero de 2008

A tu música pegado

Pierre Auguste Renoir (1841-1919)


A tu música pegado
bailo en el aire
y en la tierra a ti me abrazo.
Sones y miradas, cuerpos
y ritmos
de sentidos jugando
y deseos naciendo.
Bailo en tus brazos.
Bailamos en el aire.
Y en la tierra nos amamos.

Meigo