Paul Dougherty (1877-1947)
A veces llama el mar, con su promesa
de apremiante naufragio, y llama, y llama.
Su mensaje en rumores se derrama,
ola tras ola que persiste y besa.
No consigo ignorarlo. Me lo expresa
en susurro de espuma, o lo proclama
desde el rompiente que áspero encarama,
o en resoplar de caracola; y esa
reiteración socava la estructura
de mis defensas, y una sepultura
de agua salobre emerge en mi razón.
No sé cómo ni cuándo, mas intuyo
que ha de abrazarme el mar, y hacerme suyo,
y no le hallo motivo de aflicción.