Emile Pierre Metzmacher (1815-1890)
Daba sustento a un pajarillo un día
Lucinda, y por los hierros del portillo
fuésele de la jaula el pajarillo
al dulce aire do vivir quería.
Con un suspiro, a la ocasión, tardía,
tendió la mano, y no pudiendo asillo
dijo, y de sus mejillas, amarillo
tornó el clavel que entre su nieve ardía:
“¿Adónde vas por escapar el nido
al peligro de ligas y de balas
y al dueño huyes que tu pico adora?”
Oyóla el pajarillo enternecido
y a la antigua prisión volvió sus alas.
¡Qué tanto puede una mujer que llora!.
Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635)