sábado, 28 de febrero de 2009

Pianista

Gustave Caillebotte (1848-1894)


¿Qué me inspira esta delicada melodía?
Me dejo llevar por la tranquilidad
que me suscita cada nota,
deslizándose en una danza de amor,
apaciguando mi alma inquieta.

Con un tripe salto mortal,
entra en escena una nueva explosión
de energía y color.
Picados, síncopas,
crescendos, diminuendos…

Cada una, llena de vida,
transmiten la emoción del pianista,
que, a través de caballos al galope
o silenciosas medusas,
pone música a sus pensamientos.

Pinta con su paleta de acuarelas
un lienza blanco,
transformando el agua en fuego:
déjate poseer por su embrujado hechizo.

Extinguiéndose poco a poco,
la melodía llega a su ocaso
para volver a renacer de nuevo
cuando lo desees,
sólo frota la lámpara mágica
y el pianista surgirá de nuevo.


Leyre López (1989- )


sábado, 21 de febrero de 2009

A las estrellas

Vincent van Gogh (1853-1890)

Reina el silencio; fúlgidas en tanto,
luces de paz, purísimas estrellas,
de la noche feliz lámparas bellas,
bordáis con oro su luctuoso manto.

Duerme el placer, mas vela mi quebranto,
y rompen el silencio mis querellas,
volviendo el eco unísono con ellas,
de aves nocturnas el siniestro canto.

¡Estrellas, cuya luz modesta y pura
del mar duplica el azulado espejo!,
si a compasión os mueve la amargura

del intenso penar por que me quejo,
¿cómo, para aclarar mi noche oscura,
no tenéis ¡ay! ni un pálido reflejo?


Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873)


sábado, 14 de febrero de 2009

HAI-KU

Cesar G. Pola (1921-1989)

La niebla ondea
como un pañuelo herido
entre los árboles.


Montserrat Doucet (1962- )

sábado, 7 de febrero de 2009

Ternura

Emile Munier (1840-1895)

Tengo ternura hasta para lo malo,
hasta para lo feo y en desorden,
una ternura abierta y solitaria
sin límites ni bordes.

-A ver, así, hijo mío. ¡Y le hablo al mundo
y le torno a mirar desencajada,
absorta en mi ternura!

Y a las piedras les digo, del camino,
que son mis hijas ellas.
Ellas, que nunca sienten,
que no recuerdan nunca y nunca olvidan.

Pero yo necesito acariciar aristas,
y arropar a las rosas con mi mano,
y palpar muchas frentes de cosas y animales
porque tengo ternura acumulada,
un triste desvivirse que me nace
de mis manos calientes, de mis ojos,
y miro al mundo cual si fuera un hijo
y le perdono faltas y lo visto
de esta luz que me sobra entre la sangre.

-Así, hijo mío, así…
¡La vida, el árbol,
la luz, la piedra, el pájaro, son míos!


Pilar Paz Pasamar (1933- )