domingo, 30 de enero de 2011

A veces llama el mar


Paul Dougherty (1877-1947)


A veces llama el mar, con su promesa
de apremiante naufragio, y llama, y llama.
Su mensaje en rumores se derrama,
ola tras ola que persiste y besa.

No consigo ignorarlo. Me lo expresa
en susurro de espuma, o lo proclama
desde el rompiente que áspero encarama,
o en resoplar de caracola; y esa

reiteración socava la estructura
de mis defensas, y una sepultura
de agua salobre emerge en mi razón.

No sé cómo ni cuándo, mas intuyo
que ha de abrazarme el mar, y hacerme suyo,
y no le hallo motivo de aflicción.


domingo, 23 de enero de 2011

Lo que dice la flor


Raimundo de Madrazo (1841-1920)


Me quiere mucho, poquito y nada…,
así me dice la blanca flor
cuando en la tarde, junto a la Amada
y con pregunta desesperada,
yo le consulto cosas de amor.

Y ella, la nena, dulce y bonita,
por cuyas gracias suspiro y lucho,
también consulta la margarita,
que a todas horas, fresca o marchita,
le dice siempre: te quiere mucho…

Juntos a veces entre las flores,
frente a las matas de su vergel,
hablamos largas cosas de amores,
cosas de amores, de la mejores
como una rosa o algún clavel.

Pero si acaso mi amor deshoja
la margarita recién cortada,
se aumenta el peso de mi congoja,
pues siempre acaba la última hoja:
me quiere mucho, poquito y nada…


Carlos Villafañe (1881-1959)

domingo, 16 de enero de 2011

La guitarra


Luis Graner Arrufi (1863-1929)


Hecha de miel y pesares
y con espuma de lágrimas.
Con besos de luna llena,
con sangre de madrugadas.
Hecha con lumbre de auroras
y rumor de acequias claras.
Madura de soledades
bajo las estrellas altas.
Nace cien veces la música
del fondo de la guitarra.

Su madera no es madera:
es una selva incendiada.
Crisol de todos los cantos.
Dolor de todas las ramas.
Para volar en la noche
usa dos manos por alas.
Vuela la música, lejos
bajo las estrellas altas.
Y siempre nace y renace
del fondo de la guitarra.

Vino la guerra mordiendo
la libertad de la Patria.
Crecieron las montoneras,
potros, galopes y lanzas.
Vinieron tiempos de siembra.
Nació la semilla clara.
Cantó la tierra olorosa.
Florecieron las mañanas.
Y se llenó de cantares
la selva de la guitarra.

Pena de los trovadores
es pena dulce y amarga.
Dulzura de dar la dicha,
amargor de no lograrla.
Arquitecto de consuelos
sólo tiene noche larga.
Herida que se hace canto
bajo las estrellas altas.
Porque conoce estas cosas
tiene penas la guitarra.

Atahualpa Yupanqui (1908-1992)

viernes, 7 de enero de 2011

Podrías


Leonard Campbell Taylor (1874-1969)


Podrías arrancar
mi corazón
de su oscura tumba,
si tu quisieras.

Podrías resucitarme
y volverme a la vida
como Ave Fénix,
si tú quisieras.

Podrías reconstruir
mis ruinas
y volver a empezar,
si tú quisieras.

Podría dejar
de ser ceniza,
de ser solo polvo,
con que me lo dijeras,
con que tus labios
se abrieran para decir:

“Si, quiero”