jueves, 27 de marzo de 2008

El mar

Robles Muñoz


Te admiro, ¡oh mar!, si la movible arena
besas rendida al pie de tu muralla,
o si bramas furioso cuando estalla
la ronca tempestad que al mundo atruena.

¡Cuán majestuosa y grande si serena!
¡Cuán terrible si agitas en batalla,
pugnando por romper la eterna valla,
con cólera de esclavo tu cadena!.

Tienes, mar, como el cielo, tempestades;
de mundos escondidos, prodigiosa
suma infinita que tu mole oprime.

Y son tu abismo y vastas soledades,
como imagen de Dios, la más grandiosa;
como hechura de Dios, la más sublime
.


Rafael María Baralt (1810-1860)

domingo, 16 de marzo de 2008

Pastor, que con tus silbos amorosos….

Del Parson (1948- )



Pastor, que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño;
tú, que hiciste cayado dese leño
en que tiendes los brazos poderosos:

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguir empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, Pastor, que por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres;

espera, pues, y escucha mis cuidados.
Pero, ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?.

Lope de Vega (1562-1635)



lunes, 10 de marzo de 2008

El colibrí

Edward Aldrich (1965- )



Sobre la flor de los naranjos crece,
Y en ronda queda o revolando aprisa,
en el dorado estambre se divisa
el colibrí, que tiembla y resplandece.

Con zumbo suave en derredor se mece
simulando el suspiro de la brisa;
en la llama del cámbulo se irisa
y en la verdura del nopal florece.

El sol, la miel, el voluptuoso anhelo
prestan vigor a sus volubles alas;
es un tributo de la tierra al cielo.

Tal el poeta en su girar de abeja:
en frágil haz de refulgentes galas
toda la luz de la creación refleja.


Víctor M. Londoño (1870-1936)

domingo, 2 de marzo de 2008

¡Bendita seas, madre mía!

Frank Bernard Dicksee (1853-1928)



¡Bendita seas, madre mía!
que con dolor y santo amor
diste luz a mis días
y coronaste de arrullos
mis sueños en flor.

¡Bendita tú, que cual ninguna
con desvelo incomparable me cuidaste;
benditos tus brazos de cuna
que convertiste en cruz y me salvaste!.

Bendita, madre, tu voz y tu mirada,
tus celos de tigresa sorprendida;
bendita sea tu cabeza cana;
bendita, madre, cada hora de tu vida.

Bendito sea el minuto y el día
cuando mis labios dijeron tu nombre idolatrado.
Bendita sea esta santa alegría
de acostar en tu pecho mi pecho fatigado.

Bendito sea, madre, de tu corazón cada latido,
cada fibra de tu cuerpo, cada hueso…
Benditas las madres que, como tú, han nacido.
¡Benditas sean las madres de todo el universo!.


Flora Dermis