viernes, 29 de agosto de 2008

Canción del pirata

Geoffrey William Hunt (1948- )

Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín:
bajel pirata que llaman
por su bravura el Temido,
en todo el mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Estambul.

“Navega velero mío,
sin temor;
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza,
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis piés”

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

“Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor”

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

“A la voz de “¡Barco viene!”
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que soy yo el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.”

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

“¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río;
no me abandone la suerte
y al mismo que me condena
colgaré de alguna antena,
quizás en su propio navío.

Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo
como un bravo
sacudí.”

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

“Son mi música mejor
aquilones;
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos.
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento
y del viento
al rebramar
yo me duermo
sosegado
arrullado
por el mar.”

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.



José de Espronceda (1808-1842)

sábado, 23 de agosto de 2008

Soledad

Frederic Leighton (1830-1896)

Mi madre debió llamarme
Soledad.

Nombre inmenso como el cielo;
nombre amargo como el mar…
Mi madre debió llamarme
Soledad.

Soledad, porque mi boca
se ha olvidado de besar;
porque las rosas se mustian
sin abrirse en mi rosal,
mi madre debió llamarme
Soledad.

Un ángel negro, a mi vera,
siembra mis huertos de sal.
Jazmín que mi mano toca
no reflorece jamás.
Mi madre debió llamarme
Soledad.

Me llaman con otro nombre
que suena a plata y cristal.
Me llaman, mas no respondo;
pues, en mi lírico afán,
yo sé que debí llamarme
Soledad.

Soledad de noche oscura
que presagia tempestad.
Soledad de campo raso
sin un árbol ni un cantar.
Soledad de lo infinito:
Soledad de cielo y mar…
Soledad como la mía:
¡Soledad!.

Nelly Fonseca Recavarren (1920-1963)

sábado, 16 de agosto de 2008

Las tres hijas del capitán

Charles Courtney Curran (1861-1942)

Era muy viejo el capitán y viudo,
y tres hijas guapísimas tenía;
tres silbatos, a modo de saludo,
les mandaba el vapor, cuando salía.

Desde el balcón, que sobre el muelle daba,
trazaban sus pañuelos mil adioses,
y el viejo capitán disimulaba
su emoción, entre gritos y entre toses.

El capitán murió… Tierra extranjera
cayó sobre su carne aventurera
festín de las voraces sabandijas…

Y yo sentí un amargo desconsuelo
al pensar que ya nunca las tres hijas
nos dirían adiós con el pañuelo.


José del Río Sainz (1886-1950)


sábado, 9 de agosto de 2008

Mais vé…

Emile Vernon (1872-1919)

Mais vé qu’o meu corazon
É unha rosa de cen follas,
Y é cada folla unha pena
Que vive apegada n’outra.

Quitas unha, quitas duas,
Penas que quedan de sobra,
Oxe dez, mañan corenta,
Desfolla que te desfolla…

¡O corazon m’arrincaras
Des qu’as arrincaras todas!


Rosalía de Castro (1837-1885)

sábado, 2 de agosto de 2008

La odalisca

Frederick Arthur Bridgman (1847-1928)

¿De qué sirve mi belleza,
la riqueza,
pompa, honor y majestad,
si en poder de adusto moro
gimo y lloro
por la dulce libertad?

Luenga barba y torvo ceño
tiene el dueño
que con oro me compró;
y al ver la fatal gumía
que ceñía,
de sus besos temblé yo.

¡Oh, bien hayan los cristianos,
más humanos,
que veneran una cruz,
y dan a sus nazarenas
por cadenas,
aura libres, clara luz!

Dime, mar, que me aseguras
brisas puras,
perlas y coral también
si hay linfa en su extensión larga
más amarga
que mi lloro en el harén.

¿De qué sirve mi belleza,
la riqueza,
pompa, honor y majestad,
si en poder de adusto moro
gimo y lloro
mi perdida libertad?.


Juan Arolas (1805-1849)