
Edgard Munich (1863-1944)
Se oyó el grito sonar en lejanía,
un lamento sin fin rompiendo el velo
de aquello que ocultaba ese desvelo,
de esa tortura clamando en agonía.
Un volcán, de pasión y fantasía,
un desgarro del alma sin consuelo,
un suspirar sumido en tanto anhelo,
desconociendo noches y hasta el día.
Suplicio sin igual del ser amante
de aquello que le veda su destino,
obligado a marchar por siempre errante.
Y busca de los pájaros el trino
que palie ese dolor tan lacerante,
sin probar de la copa el dulce vino.
Sofía Martínez Avellaneda