domingo, 8 de julio de 2007

¡Semper!

Frederic Edwin Church (1826-1900)

Arrojada en los escarpes
de la costa en que halló abrigo,
inválida del naufragio,
veterana del peligro,
la vieja barca se pudre
sobre los ásperos guijos
crujiendo al viento que azota
sus tablones carcomidos.
Al ascender la marea,
el mar, su señor antiguo,
en los brazos de sus olas
la levanta convulsivo,
y entre impetuosas caricias
la habla, rugiendo y magnífico,
de combates y aventuras,
de escollos y torbellinos.
Declina el sol; de la tarde
se aspira el ósculo tibio;
sus penetrantes aromas
confunden brea y marisco;
delante está lo insondable;
más allá está lo infinito,
más allá… más allá el mundo
poblado por el delirio.
… … … … … … … … … …
Columpiada en la rompiente,
sin velas, jarcias ni rizos,
aún siente la vieja barca
la tentación del abismo.


Emilio Ferrari (1850-1907)